298 mariposas
He entreabierto un ojo y todo era blanco. Intuitivamente he cubierto mi cara con el brazo izquierdo, y poco a poco, trato de visualizar formas y recuperar mi campo de visión. Despaciosamente empiezo a divisar algo. Una pared. Vaya, eso no es un gran hallazgo. Un sillón verde satinado. Mi ropa en el suelo. Donde estoy. La luz me asedia. No entiendo. Me doy media vuelta y, con una mueca de desconcierto, trato de abrir el otro ojo. Pero se me queda pegado a las pestañas con telarañas oculares. Dios. De repente mi cabeza se parte en dos y, oh, sorpresa, de ella salen 298 mariposas de color violeta. Son preciosas. Las mariposas se dispersan por toda la habitación y suben hacia arriba. Las sigo con la mirada, ahora ya binaria, y compruebo efectivamente lo que me temía: me han robado el techo.